Estoy metida (metidísima) en nuevos proyectos que, unidos a la producción de los próximos productos PIPOL-art me dejan poco hueco para blog, redes y todo lo que sea social. Con lo que yo soy! Oh, esto es un infierno! (No, no lo es. De hecho me ha gustado descubrir que puedo atender varias cosas a la vez y pasar días completos dentro de casa).
Estos nuevos proyectos son dos pequeñísimas empresitas que hace mucho que presionaban dentro de mí y a las que ahora quiero dar forma (normal que con este berenjenal, tuviera tantas ganas de hablar de emprendimiento y felicidad). Una es en soledad y otra con mi darling. Así que la euforia, los nervios, las dudas y los tormentos me sacuden el cuerpo como si fuese el trapo del polvo.
Pero precisamente lo que más me agobia no tiene que ver con emprender. No. Es mucho más mundano y más coñazo y afecta a todo mortal. Se llama ESPACIO.
Yo en mi pueblito no tengo problema. Las casas son grandotas y la mayoría llevan de complemento un buen patio. Pero hija, aquí en Madrid… Hay que colgarse la batidora de la oreja si necesitas la cocina como taller o colocarse una silla a modo de tocado para improvisar en el salón una especie de estudio.
A punto he estado de agarrar el petate, guardar dentro al darling y mudarlo todo al pueblo. Pero él dice que no puede ser (ésta gente de ciudad no tiene ni idea de lo bien que funcionamos los del pueblo). “La opción es buscar un espacio diáfano, que nos permita la versatilidad y no nos sangre la cartera”. Los dos primeros requisitos los he cumplido al pie de la letra. El tercero, nada. Anda y que le den! El bonitismo aún es gratis!
Así que os comparto todos los áticos que me han dejado babeando y ya entre todos buscamos una opción low cost. (Oye, Amancio, para cuando una inmobiliaria Inditex? :D)
(Pincha en las imágenes para conocer el origen y curiosear más fotos)
Éste con dormitorio de ensueño y rincón de lectura está esperándome en Budapest, a la venta por un in-módico precio.
Mira, ésta señora seguro que está ahí desayunando en bucle, como yo. No es para menos si este lugar es tu chozo en Estocolmo!
Ay! Éste se ha colocado rápidamente en mi favorito. Por esa mezcla vintage-industrial con cemento pulido que me chifla. Y porque hay un muro enorme que separa la oficina. Que en los días enfadosos se agradece una pared detrás de la que ponerse de morros! Claro está que ninguno de éstos áticos será la sede de mi taller, ni de mi estudio, ni verá crecer mis empresitas porque valen un ojo y parte del otro. Pero lo bien que me lo he pasado imaginándome ahí dentro, que ya veía hasta mi ropa en sus armarios, no tiene precio. Y a vosotros, os aprietan vuestros pisos de ciudad como ese vaquero que queda pequeño?