Esa madre que quiso ser una bombilla durante 9 meses para después traerte al mundo con un dolor tan grande, tan grande, que cada vez que le das un disgusto te lo tiene que recordar. La madre que te enseñó a “comer solito/a” aunque eso le costase 25 camisas llena de pasta de papilla. La madre de “come ya, que se te va a quedar frío. Y frío está mu’ malo”, esa que grita como salvando tu vida “bébete ese zumo, que se le van las vitaminaaaas” o la que estudió medicina natural a la vez que te criaba y se sabe todos los remedios, desde la saliva para las heridas hasta el zumo de limón para tu gastroenteritis.
Traerte al mundo se merece un regalo.
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