Hasta el momento, cada vez que oías esta frase te caía un buen “chaparrón”. Cuando eras un adolescente y tus padres la pronunciaban, se te descomponía el rostro y pensabas “y ahora de qué se han enterado”. Casi lo mismo que cuando algunos años después quien lo pronunciaba era tu pareja…
Es lo que se podría llamar “frase de conjuro”: si dos personas están juntas y una pronuncia estas palabras, rápidamente a la otra le entran sudores fríos, se le nubla la mente y se apoderan de ella unas ganas locas de salir corriendo. Pero es imposible.