No recuerdo cuándo me encontré con el trabajo de Mónica Lee, pero sí recuerdo la sensación que me produjo: quedé petrificada con mandíbula desencajada incluída y los ojilllos pegados a la pantalla de mi ordenador secos ya por la falta de parpadeo.
No he exagerado na-da. Preparaos vosotros para flipar con el trabajo de estar artistaza tan grande como una catedral:
Qué talento hay en el mundo y qué suerte la nuestra de poder conocerlos. Cuántas cosas buenas nos ha traído “el interné”.
Feliz día, bonitos!